Dos conocidos caballistas de la tierra de Navalcán, ataviados con trajes camperos, zahones y sombrero taurino, abrieron plaza montados sobre sus jacas bien enjaezadas, solicitaron al presidente de la novillada la tradicional autorización del inicio del festejo taurino. Al mismo tiempo hicieron una exhibición del arte ecuestre con sus dos jacas bien amaestradas, de buena doma, dando una vuelta al ruedo como si fuese una sola.
A continuación siguieron los alguacilillos, los dos novilleros acompañados de sus respectivas cuadrillas de banderilleros, un par de mulas engalanadas usadas para el arrastre de los novillos con el tintineo de los cascabeles, alguien comentó que faltaba los chasquidos de las trallas que bien manejaban los muleros de otros años, como el pariente Quintes.
Los dos novilleros estuvieron muy valientes, con hambre de triunfar y ganas de agradar al público, como habían prometido en la presentación del cartel taurino.
El novillero Óscar Dasilva vestido con traje de luces de color burdeos y oro. En los dos novillos demostró una buena preparación de escuela taurina. Recibió a los novillos con el capote rodilla en tierra, manejando el capote con temple. El primer novillo era negro zaíno, un poco pequeño, el segundo de color castaño, ojo perdiz, ambos novillos no defraudaron en su bravura, entrando al capote y a la muleta tanto por la derecha como por la izquierda con insistente embestida. El novillero aprovechó la nobleza del novillo para sacar una variedad de pases con ambas manos.
El novillero, en ambos novillos, dio descanso a los banderilleros y él solo puso los seis pares de banderillas en medio del coso, bien colocadas. Con la espada estuvo acertado al primer intento, colocando la espada hasta los gavilanes. Recibió una oreja por cada novillo, con petición de otra, que el presidente, veterano en estos ruedos no concedió.
El novillero Javier Cano, también, vestido de traje de luces de color gris oro, triunfó en los dos novillos que le habían tocado en suerte, el primer novillo de color negro zaíno, un poco pequeño, que desde el primer momento al entrar al capote dio síntomas de peligrosidad por el pitón izquierdo. De hecho al intentar dar unos pases naturales, el novillo dio un revolcón al novillero, oyéndose en la plaza ese ¡ay! de susto, quedándose la plaza en silencio, los músicos que estuvieron todo el tiempo animando y deleitando al público con pasodobles taurinos, dejaron de tocar. El novillero salió conmocionado, le atendieron en el burladero, se recuperó y volvió entre aplausos con más brío y ganas de comerse el mundo. Por su buena actuación con la capa, la muleta y la espada consiguió una oreja en el primero y dos orejas en el segundo. Al segundo novillo le dieron una vuelta al ruedo.
Ambos toreros salieron a hombros por la puerta grande entre aplausos del público y ellos saludando a todo el tendido.
Al final de la novillada, como estaba anunciado, se dio suelta a dos vaquillas para los valientes y voluntariosos jóvenes que demostraron su agilidad de piernas ante las acometidas de las vaquillas. Como era de esperar, algunos jóvenes tuvieron algún susto que otro, sin consecuencias. Uno de los jóvenes midió mal el salto a la vaquilla, tropezó con las pequeñas astas de la vaquilla y aterrizó de bruces con cuerpo a tierra. Otro, ante el acoso de la vaquilla, se tiró al callejón de cabeza, no le pasó nada. Todos los jóvenes y las dos vaquillas hicieron disfrutar al público. Los músicos animaron todo el tiempo con su música y con su cante, entre las que no faltaba la letra: “si te ha cogido la vaca, jódete…”.
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