Todo el pueblo se ha ido a la procesión de Nuestra Señora del Monte o de San Roque. Solo quedan cuatro empleados en el ayuntamiento preparando las mesas del refrigerio que tendrá lugar después de la misa.

Terminada la procesión y la misa en honor de Nuestra Señora del Monte y de San Roque, la banda de música de la Madre Isabel encabeza la comitiva de las autoridades civiles, militares y religiosas desde la iglesia hasta la plaza del ayuntamiento alegrando con sus notas musicales las calles del pueblo.

Alguien de los presentes en la plaza comenta que ya suena la música con el: “parará papá, parará Pachín, pachín, pachín.” Al oír la música, los empleados del ayuntamiento, que ya tienen casi preparadas las mesas, empiezan con un ir venir para sacar platos llenos de embutidos de todas las clases y más platos de frutos secos.

Varias mesas cubiertas con manteles de papel ocupan la plaza de la Constitución. Sobre ellas platos de plástico repletos de viandas variadas de embutidos ibéricos de jamón, chorizo, salchichón y una tabla de quesos variados de la tierra, quesos de cabra, de oveja o mezclados con los de vaca. Los hay tiernos, curados y semi- curados. En breves minutos a los platos se les ve el fondo limpio. Por supuesto que no faltan los bidones llenos de limonada con sus vasos de plástico para todos los que quieran refrescar el gaznate.

La orquesta de Nuestra Señora del Monte, tan bien dirigida por el maestro Joaquín, ameniza la tertulia de los comensales con agradables piezas populares. Una vez que las mesas quedan medio vacías, los voluntariosos danzantes acompañan a los músicos llevando el compás con los pies o el contorneo de todo el cuerpo. Destacan las jotas, los pasodobles y nunca falta Paquito el Chocolatero.